La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. – Juan 4:23. Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él (Cristo), sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. – Hebreos 13:15. Alabar a Dios es celebrarle, adorarle, cantar su nombre, darle gracias. En la creación toda la tierra cantaba de gozo y todas las estrellas alababan (Job 38:7). Antiguamente hombres fieles adoraron a Dios: Noé, Abraham, Jacob y muchos otros. Individualmente edificaron altares a Dios para alabarle. El pueblo de Israel, liberado de la esclavitud de Egipto, cantó y erigió una tienda en el desierto para adorar colectivamente al Dios de su liberación. Más tarde David escribió cánticos y Salomón construyó el templo, de donde se elevaba constantemente la alabanza a Dios. Hoy en día los adoradores, los que son salvos y liberados de sus pecados y de la muerte eterna, expresan su agradecimiento al Señor Jesús, quien los redimió por su muerte, y al Padre, quien dio a su Hijo unigénito y de quien llegaron a ser los hijos. ¿Cómo alabar? "En espíritu y en verdad” (Juan 4:23), por medio del Espíritu Santo, de todo corazón y por nuestros labios. ¿Cuándo? "Siempre” (Hebreos 13:15). Los motivos de alabanza son innumerables. En un futuro no muy lejano la alabanza sincera y pura llenará el cielo y la tierra. Será universal, dirigida al Señor Jesús, a aquel que fue inmolado y con cuya sangre nos redimió para Dios de todo linaje, lengua, pueblo y nación, y nos hizo reyes y sacerdotes (Apocalipsis 5).
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